miércoles, 10 de octubre de 2012
Pergaminos: Los Mogu
Pandaria es un continente rico en historia. A primera vista, uno podría creer que sus hermosas colinas y cristalinos lagos han sido siempre un santuario de paz y tranquilidad. Uno creería que la vida en pandaria es buena y libre de tribulaciones. Uno estaría equivocado.
Desde tiempos ancestrales, pandaria ha sido el escenario de incontables conflictos. Conflictos en los que se ha perdido mucho y se han derramado lagrimas de sangre. Pandaria no es ajena al sufrimiento.
Incluso ahora, una sombra del pasado agarra fuerza. Un pueblo de emperadores derrocados se organiza. Su objetivo; restaurar la gloria de su imperio y someter a todas las razas inferiores a eterna esclavitud. Este fué el orden del mundo una vez y debe volver a serlo.
Conquistadores, emperadores, tiranos, torturadores--en todo aspecto siniestros; esto son los Mogu. Su cultura exige que el fuerte someta al débil, y no hay raza mas fuerte que ellos. Ante sus ojos, las razas inferiores son herramientas que existen solo para beneficio de su gloria.
Durante generaciones los Pandaren, hozen y jinyu vivieron bajo el yugo de este cruel imperio. Y ante los ojos de los Mogu, el mundo estaba en orden. ¿Pero de dónde nació este imperio? ¿Cómo es que esta banda de arrogantes guerreros llegó a tener tanto poder? Su nombre era Lei Shen, pero es mejor conocido como el Rey del Trueno.
Cuenta la leyenda que Lei Shen observó la tierras de los Mántidos y en lugar de miedo, sintió inspiración. Estas criaturas insectoides conocían bien su lenguaje: el lenguaje de la fuerza. Jamás serían sometidas, pero podían ser. . . contenidas. En un futuro, una gran muralla sería construida con este fin, pero para ello, necesitaría esclavos.
Por suerte, la tierra estaba llena de perfectos candidatos para la esclavitud. Todo lo que necesitaba era la herramienta correcta para persuadirlos de su cooperación. Esta herramienta fue el miedo y era muy efectiva.
Lei Shen unificó la bandas de Mogu bajo un único estandarte y con su nuevo ejercito, sometió a todo aquel que deseaba vivir; pues la alternativa a servir, era morir. . . y servir.
Ni siquiera la muerte prestaba escapatoria a la esclavitud. Mediante ritos malignos y prácticas secretas, los Mogu encontraron la manera de animar roca usando el espiritu de enemigos caídos. Estas efigies de roca eran terribles a la vista y un tenebroso recordatorio de que aún en la muerte, vas a servir.
Cuando el gran Lei Shen murió, su cuerpo fue enterrado intacto en el Valle de los Emperadores, algo extremadamente raro. Verán, para los Mogu, un cuerpo es una colección de piezas reusables. El espíritu puede alojarse en un nuevo caparazón, la sangre y tejidos pueden usarse para extender la vida de súbditos dignos, nada se desperdicia con la muerte para los Mogu.
El conocimiento de los Mogu era vasto. Los aguerridos Saurok, son producto de este entendimiento. Mediante la manipulación mágica de cocodrilos y otros repitles, los Mogu forjaron una nueva orden de guerreros esclavos, armas vivas contra quién se atreviera a cuestionar el poder real.
Pero estas armas tenían inteligencia y voluntad. Y fue solo cuestión de tiempo antes de que se rebelaran contra sus amos. La respuesta de los Mogu fue rápida y letal. Un edicto de exterminación fue declarado y masas de Saurok fueron ejecutados y sus espíritus esclavizados. Pero el arma era astuta y los Mogu no pudieron deshacer lo que habían creado. Los Saurok plagan Pandaria hasta la fecha.
La fuerza de los Mogu no estaba en numeros, sino en el miedo que infundían en sus súbditos. Miedo que ayudó a construir sus majestuosos templos, colosales estatuas y la gran muralla; el Espinazo de Dragón. No cabe duda que con su gran fuerza y terribles poderes mágicos, los Mogu hayan sido percibidos como seres invencibles.
Pero todo imperio llega a su fin, y por mas glorioso que pudiera parecer. El imperio de los Mogu tenía fecha de caducidad y todo lo que se requirió fue un Pandaren valiente. Un alma dispuesta a decir no. Un heroe que le mostró a la gente que no se necesitaban armas para luchar, sino una buena razón.
Así comenzó una rebelión que tomó por sorpresa a los despotas reyes y trajo de rodillas a aquellos que se creían fuertes. Mientras ellos creaban armas de carne y roca, los Pandaren se forjaban a si mismos. Mientras los Mogu se espiaban entre si, los Jinyu escuchaban el eco de sus intrigas en el agua. Cuando los tiranos exigían riquezas, los hozen cavaban túneles bajo sus defensas y cuando al fin vino la rebelión, no hubo arma, secreto o estructura que pudiera repeler el rugido de libertad.
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